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Bilbao y la alarma social.El observatorio vasco de seguridad por Cesar Charro
Jue 01 Feb 2018, 01:07
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Los aún recientes sucesos de Bilbao en los que se han visto envueltos jóvenes que no solo no llegan a la mayoría de edad, sino que ni siquiera han dejado atrás la condición de niños, han destapado una realidad oculta que debemos considerar objeto de estudio.
Terminada la actividad de ETA, la ciudad se ha vuelto más luminosa y, al rebufo del efecto tractor del Guggenheim, la gastronomía sibarítica, la hermosa costa y el carácter amable de los de aquí, el turismo llega, los dineros también y, de paso, los grandes eventos .
Andar ahora por la ribera de la ría ya es hacerlo por un paseo marítimo y no por una cloaca, alternar por el Casco Viejo ya no es ingresar en territorio comanche y hasta beber txakolí ha dejado de ser lanzar ácido al estómago para convertirse en degustación de un caldo que nos recuerda a los exquisitos blancos que se elaboran el la cuenca del Rhin.
Pero, como a veces pasa en las familias pudientes, para tener todo eso y lucir nuestras mejores galas, escondimos la porquería bajo la alfombra sin pensar en que un día podría asomar por algún resquicio y hacer visible nuestras miserias.
Bolsas de marginalidad en la periferia, gitanos, magrebíes, latinos y personal de ocho apellidos vascos, desahuciados todos de vidas normalizadas, malviven juntos, la miseria es lo que tiene, en barrios donde los servicios sociales o no llegan o lo hacen mal. Los centros de menores son lugares donde no existe atisbo, no ya de disciplina, sino del mínimo control necesario para garantizar la seguridad y la educación de los muchachos que allí viven, como lo demuestra el hecho de que el que quiere se fuga, el que se mosquea lo quema y el que ya se enfada más de la cuenta, le mete un polizón a los trabajadores. A los padres que desasisten a sus hijos, al punto de permitir que con trece años estén a las cuatro de la mañana en la calle drogándose y robando o buscando pelea, nadie les castiga. Y la droga, maría, chocolate, cristal, farlopa y caballo corren por las venas de esta ciudad esplendorosa atrapando, como siempre lo hace la puta droga, a los más débiles.
– ¿Cómo es posible que un crío sea capaz de acuchillar a un anciano hasta la muerte?, me pregunta el periodista.
Pues por la misma razón que en África son reclutados para la guerra, en Sudamérica para el sicariato o en Asia para la prostitución, porque sus vidas son un libro en blanco y somos los mayores quienes escribimos en ellas, o con valores o con estiércol.
El Alcalde ha prometido trabajar para devolver la tranquilidad a la villa y yo le creo. Creo en su compromiso y en su trabajo. Pero para ello ha de tener en cuenta que esto no es un problema político, sino una enfermedad social. Aquí no se juega Aburto los votos, sino el futuro de generaciones de chavales y la tranquilidad de los mayores. Se juega la convivencia.
Educadores, padres, jueces, fiscales, profesores, policías, trabajadores sociales, asociaciones vecinales, líderes religiosos locales… A todos hay que convocar y con todos se debe hablar. Y no solo hablar, sino ponerles el buzo y hacerles trabajar en serio y sin descanso. Las mesas de seguridad no pueden contar solo con policías y políticos. Faltan criminólogos, profesores de universidad, perfiles que sean capaz de diagnosticar y aportar soluciones serias, creíbles y posibles. En el último pleno, un concejal dijo que había que poner una bombilla en cada esquina oscura, porque así la gente tendría más sensación de seguridad. Poco sabe este buen hombre de seguridad, así que deje que hablen los apuntados más arriba. Y hágales caso.
Este año vienen los saltos de la Red Bull, los premios de la MTV y las finales europeas de rugby. Hagan que llegue también la inserción social, la escolarización obligatoria pero de verdad, la rehabilitación real de los menores delincuentes y, por supuesto, el castigo de sus actos criminales cuando los cometan. Ahora tenemos un aspecto impecable de puertas para afuera pero, por dentro, un tumor ha empezado a corroernos las entrañas.
Gracias Cesar Charro [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
PD Cesar Charro para quienes no le conozcáis realiza el anuncio de las alarmas de Prosegur en campaña televisiva y es Director de seguridad y experto en la materia desde que fue escolta en País Vasco hasta los días d hoy donde además es un buen escritor de libros de seguridad privada.
Los aún recientes sucesos de Bilbao en los que se han visto envueltos jóvenes que no solo no llegan a la mayoría de edad, sino que ni siquiera han dejado atrás la condición de niños, han destapado una realidad oculta que debemos considerar objeto de estudio.
Terminada la actividad de ETA, la ciudad se ha vuelto más luminosa y, al rebufo del efecto tractor del Guggenheim, la gastronomía sibarítica, la hermosa costa y el carácter amable de los de aquí, el turismo llega, los dineros también y, de paso, los grandes eventos .
Andar ahora por la ribera de la ría ya es hacerlo por un paseo marítimo y no por una cloaca, alternar por el Casco Viejo ya no es ingresar en territorio comanche y hasta beber txakolí ha dejado de ser lanzar ácido al estómago para convertirse en degustación de un caldo que nos recuerda a los exquisitos blancos que se elaboran el la cuenca del Rhin.
Pero, como a veces pasa en las familias pudientes, para tener todo eso y lucir nuestras mejores galas, escondimos la porquería bajo la alfombra sin pensar en que un día podría asomar por algún resquicio y hacer visible nuestras miserias.
Bolsas de marginalidad en la periferia, gitanos, magrebíes, latinos y personal de ocho apellidos vascos, desahuciados todos de vidas normalizadas, malviven juntos, la miseria es lo que tiene, en barrios donde los servicios sociales o no llegan o lo hacen mal. Los centros de menores son lugares donde no existe atisbo, no ya de disciplina, sino del mínimo control necesario para garantizar la seguridad y la educación de los muchachos que allí viven, como lo demuestra el hecho de que el que quiere se fuga, el que se mosquea lo quema y el que ya se enfada más de la cuenta, le mete un polizón a los trabajadores. A los padres que desasisten a sus hijos, al punto de permitir que con trece años estén a las cuatro de la mañana en la calle drogándose y robando o buscando pelea, nadie les castiga. Y la droga, maría, chocolate, cristal, farlopa y caballo corren por las venas de esta ciudad esplendorosa atrapando, como siempre lo hace la puta droga, a los más débiles.
– ¿Cómo es posible que un crío sea capaz de acuchillar a un anciano hasta la muerte?, me pregunta el periodista.
Pues por la misma razón que en África son reclutados para la guerra, en Sudamérica para el sicariato o en Asia para la prostitución, porque sus vidas son un libro en blanco y somos los mayores quienes escribimos en ellas, o con valores o con estiércol.
El Alcalde ha prometido trabajar para devolver la tranquilidad a la villa y yo le creo. Creo en su compromiso y en su trabajo. Pero para ello ha de tener en cuenta que esto no es un problema político, sino una enfermedad social. Aquí no se juega Aburto los votos, sino el futuro de generaciones de chavales y la tranquilidad de los mayores. Se juega la convivencia.
Educadores, padres, jueces, fiscales, profesores, policías, trabajadores sociales, asociaciones vecinales, líderes religiosos locales… A todos hay que convocar y con todos se debe hablar. Y no solo hablar, sino ponerles el buzo y hacerles trabajar en serio y sin descanso. Las mesas de seguridad no pueden contar solo con policías y políticos. Faltan criminólogos, profesores de universidad, perfiles que sean capaz de diagnosticar y aportar soluciones serias, creíbles y posibles. En el último pleno, un concejal dijo que había que poner una bombilla en cada esquina oscura, porque así la gente tendría más sensación de seguridad. Poco sabe este buen hombre de seguridad, así que deje que hablen los apuntados más arriba. Y hágales caso.
Este año vienen los saltos de la Red Bull, los premios de la MTV y las finales europeas de rugby. Hagan que llegue también la inserción social, la escolarización obligatoria pero de verdad, la rehabilitación real de los menores delincuentes y, por supuesto, el castigo de sus actos criminales cuando los cometan. Ahora tenemos un aspecto impecable de puertas para afuera pero, por dentro, un tumor ha empezado a corroernos las entrañas.
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PD Cesar Charro para quienes no le conozcáis realiza el anuncio de las alarmas de Prosegur en campaña televisiva y es Director de seguridad y experto en la materia desde que fue escolta en País Vasco hasta los días d hoy donde además es un buen escritor de libros de seguridad privada.
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