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El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital Empty El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital

Mar 05 Ago 2014, 20:24
5/08/2014 EUROPA_PRESS
MADRID, 5 (EUROPA PRESS)

El teniente del Ejército de Tierra Luis Gonzalo Segura lleva ya 20 días en huelga de hambre en el hospital mientras cumple los dos meses de arresto como sanción por las acusaciones sobre presuntas corruptelas en las Fuerzas Armadas que ha vertido en las presentaciones públicas de su novela 'Un paso al frente'.

Segura comenzó su huelga de hambre un día antes de comenzar a cumplir el arresto que se le impuso como sanción del expediente que se le había abierto por sus declaraciones, en las que habla de "abusos, privilegios y corruptelas de la casta militar dominante" que se sostienen por la "ley del silencio". También se le ha condenado a pérdida de destino en la unidad donde servía actualmente en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón.

El teniente debía cumplir su arresto en el centro disciplinario militar de Colmenar Viejo (Madrid), pero en los primeros días fue trasladado al Hospital Militar Gómez Ulla para que pueda ser controlado en todo momento debido a su intención de continuar con la huelga de hambre, alimentándose sólo a base de líquidos.

HA PERDIDO DIEZ KILOS

En todo este tiempo, Segura ha ido publicando cada día comentarios en las redes sociales Facebook y Twitter acerca de su estado y evolución. Según asegura, ha perdido ya más de diez kilos y en ocasiones tiene "fallos de memoria".

Además del expediente disciplinario, el teniente se enfrenta a un expediente gubernativo que se le abrió por una carta al ministro de Defensa que incluye en su libro y por la que se le acusa de vulnerar el código disciplinario militar en lo referente a "realizar actos gravemente contrarios a la disciplina, servicio o dignidad militar que no constituyan delito".

Es el propio Ministerio de Defensa el que deberá resolver este expediente gubernativo, que podría acarrear a Segura su expulsión definitiva de las Fuerzas Armadas.

"SOSPECHAS" O "DESCONOCIMIENTO"

Según ha contado el teniente en sus comparecencias públicas, todo lo que expone en su novela lo había denunciado previamente ante la Justicia militar, pero las querellas fueron archivadas. Según el Ejército, dichas denuncias se basaban en "meras sospechas o rumores" o "simple desconocimiento", de modo que se considera justificada la sanción de arresto de dos meses porque se entiende que las acusaciones de Segura en las presentaciones de su novela serían "falsas".

De hecho, la Sala de Justicia del Tribunal Militar Central número 1 archivó las denuncias alegando que donde el teniente pretendía "ver irregularidades", las actividades estaban "justificadas por los órganos administrativos de control y ejecución de la contratación y el gasto".

El Ministerio de Defensa ha optado por mantenerse cauto sobre este asunto y no hacer muchas valoraciones, si bien el mismo fin de semana en que Segura comenzó a cumplir su sanción aclaró que las faltas que el teniente había cometido son "graves" y están "penadas" con la privación de libertad.

Además, el departamento que dirige Pedro Morenés insistió en que el oficial, como todo militar profesional, está sometido a las Reales Ordenanzas y a la Ley Orgánica de Derechos y Deberes de los miembros de la Fuerzas Armadas, que en su artículo 11 marca los límites de la libertad de expresión de los militares.

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El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital Empty Re: El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital

Mar 05 Ago 2014, 20:26
Lo que he dicho yo muchas veces, el ejercito debe dar ¡¡¡¡ un pasito palante maria ¡¡¡¡¡¡ y adaptarse a los nuevos tiempos y poner al frente del mismo nuevos y jovenes cerebros y jubilar a los viejos tiburones con ideas del siglo pasado.

saludos


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El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital Empty Re: El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital

Miér 13 Ago 2014, 01:03
Aquí expongo un interesante caso que termino en tragedia al amargarle la vida de mala manera al que parecía un hombre justo y que su delito hasta entonces solo había sido denunciar las presuntas corruptelas e irregularidades de sus superiores.
El callejón sin salida del teniente coronel
Antonio Peñafiel, antes de cometer el doble crimen de Albacete, denunció durante cuatro meses irregularidades de sus mandos

Ya habían dado las diez de la mañana del martes cuando la puerta se abrió y el teniente coronel Antonio Peñafiel asomó la cabeza. Llevaba en la mano un portafolios marrón con sus iniciales grabadas. Vestía de paisano, elegante como siempre, pero sin corbata. Su expresión fue de contrariedad al ver que el teniente coronel Roberto Lázaro, su sucesor al frente de la comandancia de la Guardia Civil de Albacete, no estaba solo. Aun así, Lázaro, un hombre de 55 años y aspecto tranquilo, lo invitó a entrar:

-Pasa Antonio, pasa.

El teniente coronel Peñafiel, sin pronunciar palabra, hizo con la cabeza un gesto de ahora vuelvo y cerró la puerta. Dos minutos más tarde se escuchó el primer disparo.

El teniente coronel Lázaro y su acompañante, un empresario de Albacete llamado Eduardo Sánchez, se levantaron de sus asientos para averiguar qué estaba pasando. Ni siquiera les dio tiempo a llegar a la puerta. Peñafiel apareció de nuevo. En lugar del portafolios marrón llevaba una pistola marca Star cargada con balas del calibre nueve milímetros Parabellum. La acababa de disparar contra el comandante Isidoro Turrión, de 40 años. Lo había ido a buscar a su despacho, situado también en la primera planta de la comandancia, y lo sorprendió escribiendo. Le disparó en la sien.

"Me llamó la atención que fuera sin corbata". El empresario Eduardo Sánchez tuvo tiempo de fijarse en ese detalle antes de ver cómo Peñafiel disparaba dos veces contra el teniente coronel Lázaro. El primer proyectil le atravesó el pulmón izquierdo y el segundo, el muslo derecho. "Creo", recuerda el empresario, "que el segundo disparo venía para mí, pero Lázaro al caer me salvó la vida".

Peñafiel bajó entonces las escaleras de la comandancia. En la enfermería disparó contra Francisco Naharro, un médico civil de 70 años, y lo mató en el acto. Antonio Peñafiel, de 51 años, volvió luego la pistola contra sí mismo y se disparó en la cabeza.

El teniente coronel Peñafiel había llegado a la comandancia de Albacete el 3 de diciembre de 2001. Venía de pasar un año entero de misión humanitaria en Guatemala y unos meses en Madrid. Llegó solo. Se había separado de su mujer tres años antes y no tenía hijos. Obsesionado con el trabajo, pasó aquella Nochebuena visitando las casas cuartel de su demarcación. El día de Navidad lo vieron almorzando solo en un restaurante de Albacete.

Todos los días visitaba un puesto y se entrevistaba con los guardias, de tal forma que en los primeros tres meses ya había pasado revista a 700 guardias y supervisado 50 acuartelamientos. Lo que vio y le contaron no le gustó, así que se puso manos a la obra. No pasaron muchas semanas antes de que pusiera la comandancia boca arriba. Revocó un buen número de las órdenes impuestas por su antecesor, el teniente coronel José Luis Madero, a quien en un documento oficial llegó a acusar de "falta de interés" y de "favoritismo" con los mandos en perjuicio de los suboficiales, cabos y guardias. Peñafiel se fue forjando una fama de Robin Hood que exasperaba a sus mandos. Pasaban los días y seguía tan solo como cuando llegó.

Las cosas empeoraron en noviembre de 2002. El día 7, Peñafiel decidió imponer una sanción al comandante Turrión por desobedecer ciertas órdenes. Lo hizo a las diez de la noche. Cuál sería su sorpresa cuando al día siguiente descubrió que el general de la zona, Juan Carlos Rodríguez Burdalo, ya había sido informado a sus espaldas y que, lejos de apoyar su sanción, decidió abrir una investigación para "averiguar las causas de la presunta división existente entre los mandos de la comandancia y su jefe".

Peñafiel, que ya había tenido desavenencias con el general unos años atrás, sintió que había un compló contra él. Sus sospechas se fueron acrecentando cuando el coronel Berrio, nombrado por el general para dirigir la investigación, se entrevistó con sus subordinados, pero sin llegar a pedirle opinión a él. Unos días más tarde, el 26 de noviembre, sólo 11 meses después de llegar al cargo, el teniente coronel Peñafiel fue suspendido cautelarmente de sus funciones y quedó apartado del mando.

Siguió viviendo en la comandancia, aguardando sin demasiadas esperanzas una solución a su caso. Se entretuvo jugando al tenis con Julián García, presidente del Club de Tenis de Alicante, y dando largos paseos por la ciudad. El 25 de febrero fue por fin llamado a Madrid. Allí recibió una resolución firmada por el secretario de Estado de Interior, Ignacio Astarloa, por la que se quedaba definitivamente sin su plaza de jefe de la comandancia de Albacete. El escrito sólo dice que ha dejado de reunir "las condiciones personales de idoneidad que, en su día, motivaron su asignación". Ninguna explicación más. Peñafiel regresó a Albacete pensando que aún tenía posibilidades de defensa, que Santiago López Valdivielso, a quien conoció durante su etapa en la escuela de Valdemoro, terminaría por echarle una mano.

Sin embargo, al día siguiente recibió una noticia que lo partió en dos. Por orden del director del Cuerpo, se le ordenaba que entregara las armas oficiales. Peñafiel tuvo que leer el escrito delante de un coronel que fue enviado a su casa para retirarle las armas. La escena no pudo ser más dura para un hombre que llevaba 25 años en la Guardia Civil, hermano, hijo y nieto de guardias civiles: "Vistos los antecedentes de conducta y estado del teniente coronel Antonio Peñafiel", dice la orden, "se deduce que dicho oficial se encuentra en una situación de inestabilidad o desequilibrio emocional, considerando que existen elementos que conducen a poner en duda la aptitud psicofísica para la tenencia y porte de armas de fuego, con peligro para el libre ejercicio de los derechos y libertades de las personas".

Él se negó a entregar las armas y se lanzó a una carrera desesperada por lavar su honor, por demostrar su cordura.

Lo primero que hizo fue acudir a los medios de comunicación. El 27 de febrero, la periodista Inmaculada Ruiz le hizo una entrevista en la SER de Albacete. Le preguntó de qué le acusaban y Peñafiel respondió:

-Una de las irregularidades mayores, y la más sangrante, es el reparto de la productividad. Le voy a leer textualmente de lo que me acusan: "Ha empleado criterios no ajustados a la normativa vigente a la hora de distribuir el complemento de productividad, haciéndolo de forma rotativa entre los cabos y guardias, con la intención de que cada uno de los componentes de las escalas más bajas percibiese al menos dos veces al año este complemento...". Fíjese usted qué gran tropelía estoy cometiendo. Son tan humildes los guardias que cuando su jefe de comandancia les promete que van a recibir dos veces al año 20.000 pesetas de productividad, los hombres ven el cielo abierto. Mire usted, tengo aquí en mi mano tres o cuatro relaciones de mi antecesor en el mando de la comandancia de Albacete. De 27 señores que recibían la productividad, 14 son oficiales. Y sólo hay 20 oficiales. Y los otros 13 que la reciben son suboficiales, cabos o guardias entre más de 600 hombres. Esto es lo que ocurría en Albacete.

Peñafiel empezó así a convertirse en un personaje famoso en la ciudad. Salía en las televisiones locales, en los periódicos, en las emisoras de radio. Contestaba sin tapujos a todas las preguntas. Cuando querían saber si detrás de todo estaba su antigua enemistad con el general Burdalo, él respondía: "Coincidí con él en Aranjuez... Le dije que no se podía hacer una comunión de la hija de un comandante en el chalé del comandante con los guardias sirviendo de camareros. En aquella ocasión, se me abrió expediente".

La inminencia de la guerra contra Irak, primero, y la campaña electoral, después, impidieron que el caso del teniente coronel rebelde fuera noticia más allá de Albacete. Y la desesperación de Peñafiel fue en aumento. Sólo se calmó al ver que su discurso iba llegando a los vecinos, que las mujeres de los guardias se manifiestan a su favor, y hasta el presidente de la Castilla-La Mancha. "Me llamó José Bono", explicó en la SER, "y me dijo que todo esto es una injusticia, que si puede hacer algo por mí. Yo le digo: 'Señor presidente, usted no conoce mis circunstancias personales, no conoce mis circunstancias profesionales, usted no se puede arriesgar por mí sin conocerme'. Y él me dice: 'No se preocupe que yo tengo en Albacete mucha gente que me dice lo que es usted y cómo es usted".

Peñafiel iba y venía por la ciudad como alma en pena. Vendió los pocos enseres personales que tenía y se trasladó a la residencia de oficiales de la base militar de Los Llanos. Sin embargo, utilizó la cafetería de la comandancia para reunirse con todo el que le quería escuchar. Allí -en una imagen por lo menos pintoresca- se entrevistó con el coordinador provincial de Izquierda Unida, con los miembros de la Asociación Unificada de la Guardia Civil, con representantes de Comisiones Obreras y de UGT. Delante de todos ellos abrió su portafolios marrón y les mostró sus 300 folios que, según él, lavaban su honor y demostraban su cordura. A nadie le pareció que Peñafiel estuviera loco, quizás sí demasiado obsesionado con su situación, convencido de ser el único héroe honesto en medio de la corrupción generalizada. La dirección general de la Guardia Civil tiene documentos que demuestran que Peñafiel no fue tan Robin Hood como decía, ni bajó las cifras de delincuencia en la zona tanto como presumía, pero no tiene respuestas a una pregunta fundamental: ¿por qué se dejó que Peñafiel se quemara a fuego lento durante cuatro meses, sin darle una salida ni investigar las irregularidades que denunciaba?.

Antes del mediodía del martes 17 de junio, al Hospital Universitario de Albacete llegaron cuatro ambulancias. Dos llevaban los cuerpos ya sin vida del médico y el comandante. Las otras dos eran la del teniente coronel Lázaro y la de Peñafiel. Los dos han sobrevivido y ahora se encuentran a unos metros el uno del otro. Sus familias no se han visto. La del teniente coronel Lázaro recibe visita tras visita. La del teniente coronel Peñafiel sigue sola día tras día.

Dicen que no pueden buscar justificación a un crimen tan horrendo. Pero que su Antonio no estaba loco. Su hermano José pone un ejemplo: "Usted puede tener al perro más bueno en su casa. Pero si lo maltrata un día tras otro, si le hace la vida imposible, el animal terminará por morderle. Por más noble que sea".
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El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital Empty Re: El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital

Miér 13 Ago 2014, 01:12
Mobbing  OPINION
Boletín de noticias sobre acoso psicológico

Antonio Peñafiel: A mí me disparó alguien de la propia Comandancia
Interviú
25.07.2004 enviar artículo imprimir página
Un año después del tiroteo en la Comandancia de la Guardia Civil de Albacete, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Peñafiel, desde la prisión militar de Alcalá de Henares (Madrid), dice a interviú que él no se intentó suicidar; que no se pegó un tiro en la cabeza tras matar presuntamente a dos personas y herir a otra, que alguien le disparó a él por detrás, que los informes médicos lo atestiguan. Sus abogados intentan que se revise a fondo el caso. Peñafiel está roto por el dolor: "He arruinado mi vida y destrozado la de dos familias", se lamenta.

El 17 de junio de 2003, en la Comandancia de la Guardia Civil de Albacete, el teniente coronel Antonio Peñafiel presuntamente mató al médico Francisco Naharro, de 70 años, y al comandante Isidoro Turrión, de 40 años, segundo jefe de la Comandancia, e hirió al teniente coronel Antonio Lázaro Gabaldón, su sucesor. Antonio Peñafiel fue encontrado tumbado en la sala del botiquín con un tiro en la cabeza y en medio de un charco de sangre.

El 19 de junio de 2003, el informe de balística concluyó que los cinco casquillos de bala encontrados en el lugar de los hechos procedían de la misma pistola, la que empuñó presuntamente Peñafiel, una Star 9 mm. Parabellum. Se hallaron cinco casquillos y cuatro balas. Un casquillo y una bala proceden del botiquín en el que apareció Antonio Peñafiel. En el despacho del comandante Turrión se halló un casquillo. El correspondiente proyectil se extrajo de su cuerpo. En el despacho donde falleció Naharro se encontraron un proyectil y un casquillo. Su herida en la cabeza fue de entrada y salida. Y en el despacho del teniente coronel Lázaro Gabaldón se encontraron dos casquillos y un solo proyectil. No se ha podido hallar una de las dos balas que recibió Lázaro, en la pierna derecha y el hombro izquierdo.

Falta una de las cinco balas

La situación había estallado. Meses antes, el 25 de febrero, Peñafiel, que había llegado a la jefatura de la comandancia con los parabienes de, entre otros, el entonces presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, fue destituido por no considerársele “idóneo”. Peñafiel inició una batalla particular y denunció en los medios de comunicación supuestas corruptelas de su antecesor en el cargo y de algunos oficiales y aseguró que su destitución se debía a un complot de sus oficiales para evitar las denuncias que él hacía. Por el cese de Peñafiel se interesó la izquierda albaceteña. Le defendió el bufete de CC OO en Albacete, pero poco a poco el caso dejó de atraer titulares. Para entonces, Peñafiel ya estaba obsesionado.

El 17 de junio se hizo con el arma de un guardia civil y desató la tragedia. Un año después de vencer a la muerte y a una hemiplejia, permanece en la prisión militar de Alcalá de Henares, desde donde ha contestado a esta entrevista.

El juicio está a punto de comenzar

El abogado que representa a la familia Naharro, José Joaquín Ramón, asegura que, dada la condición civil de la víctima, acusará a Antonio Peñafiel por el Código Penal común de un delito de asesinato y otro de tenencia ilícita de armas. El letrado está convencido de que Peñafiel se encontraba perfectamente cuando sucedieron los hechos: “Está todo absolutamente premeditado: primero ubica a las víctimas, incluso pregunta dónde están, y es entonces cuando roba la pistola y comienza a disparar”. En el sumario, la mayoría de una veintena de testigos afirman que Peñafiel se encontraba “tan normal como siempre” la mañana del 17 de junio de 2003. El único informe pericial psiquiátrico que existe en el sumario asegura que Antonio Peñafiel sufría trastornos, pero ninguno “le impidió comprender la ilicitud del hecho”. Los peritos consideran que no se ha acreditado suficientemente que existiera un “estado pasional”. Aun así, en el informe se determina que Antonio Peñafiel padece un “trastorno de personalidad de tipo mixto con rasgos paranoides, obsesivos y narcisistas”. El teniente coronel tuvo, según los peritos, “tres trastornos adaptativos”, dos de ellos muy anteriores a la comisión de los delitos y un tercero, por su cese previo a los hechos, siendo su intensidad “discreta y expresándose con sintomatología emocional ansiosa”.

El abogado de Peñafiel, Marcos García Montes, ha propuesto al psiquiatra forense García Andrade y a dos psicólogos forenses, Dévora Calvo y José María Caballero, para nuevas pruebas periciales. “El que ve a mi cliente soy yo, y sé como está. Por desgracia, los magistrados sólo lo verán el día del juicio –dice García Montes–. Peñafiel no recuerda nada, tenía la inteligencia y la voluntad anuladas. Es un caso de libro, de pura psiquiatría forense. Estuvo sometido a una presión psicológica fortísima y cuando sucedieron los hechos no era dueño de sus actos”.

El Juzgado Togado Militar II de Madrid ha decidido prorrogar la prisión preventiva de Antonio Peñafiel durante un año más considerando el riesgo de fuga y la posibilidad de reincidir. Aunque el juez asegura que la instrucción del sumario ha concluido, la defensa de Peñafiel continúa presentando solicitudes de prueba. El auto de conclusión de sumario y apertura de juicio oral puede ser dictado de forma inminente por el juez militar.
—¿Cómo se encuentra?
—Hay días en que lo paso francamente mal, sobre todo cuando pienso en mi situación actual, después de llevar 28 años una vida personal y profesional responsable y sin problemas. A los 50, acabar en la cárcel es muy duro. Hay momentos en los que me siento moralmente abatido al saber que he arruinado mi vida y la de dos familias.
—¿Un guardia civil cómo lleva estar encarcelado?
—Con mucha resignación, pensando que esta situación es la lógica consecuencia de haber transgredido las normas de la convivencia.
—¿Cómo vive hoy lo sucedido?
—De todo lo sucedido me enteré por mi hermano y por los recortes de prensa que recopiló mientras yo estaba entre la vida y la muerte en el hospital. No podía dar crédito a lo que hice; todos los que me conocían sabían que no soy violento; es más, no solía llevar armas, ni cuando salía de servicio. Soy pacífico por naturaleza. No puedo explicarme cómo pude tener esa conducta. Todo lo que me hicieron era tan injusto que fue minando mi estado mental, y tener que sufrirlo en solitario y con mucha impotencia acabó por trastornarme.
—¿Cómo lo tratan sus compañeros?
—Mis compañeros de profesión, salvo otro teniente coronel, no han querido saber nada de mí. No me han visitado ni cuando estaba ingresado en el Hospital Gómez Ulla ni ahora, en esta prisión. Pienso que tienen miedo a posibles represalias; como todos están bien colocados en sus destinos y tienen que mirar por su familia, no querrán complicarse la vida. En cuanto a los compañeros de la prisión, me respetan como a un teniente coronel. En general, entre todos los internos hay buena camaradería.
—¿Qué recuerda de los hechos?
—No recuerdo absolutamente nada. En esos momentos no tenía capacidad para saber y querer.
—¿Puede al menos describir sus sensaciones antes y después?
—Antes de los hechos noté como si una mancha roja me envolviera el cerebro y de pronto se me agolparon todos los malos momentos vividos en un año insufrible. Después de los hechos no recuerdo nada: me desperté en el Hospital General de Albacete con una herida de bala en la cabeza. Después de algún día en coma y varios inconsciente, cuando desperté vi a mi hermano y a las enfermeras alrededor. Al comprobar que tenía la cabeza vendada, le pregunté a mi hermano si había tenido un accidente de tráfico. Me contestó: “Peor que un accidente”. Cuando el neurocirujano le dio permiso para explicarme y enseñarme artículos de prensa, no podía creérmelo. A una persona que siempre ha procurado hacer el bien por los demás le resulta incomprensible haber causado tanto daño. Luego me enteré por un fisioterapeuta, Ismael, que el disparo en la cabeza me había provocado una hemiplejia en el brazo y la pierna izquierda. Pensé que tendría que ir el resto de mis días en silla de ruedas. Pero soy buen deportista y en tres meses que estuve haciendo rehabilitación en el Gómez Ulla recuperé casi toda la movilidad.
—Usted se definía como un hombre de honor. ¿Se sigue considerando un hombre de honor?
—Naturalmente que sí, porque lo que hice no se corresponde en absoluto con mi personalidad. En esos momentos no era yo. Estaba ciego, tremendamente obsesionado con todo lo que me había pasado. No era dueño de mis actos. Algunas personas que me conocían y se sintieron defraudadas con mi actuación pensarán que esa honorabilidad la he perdido. Pero yo les preguntaría: si ellos se encontraran en una situación límite, ¿podrían asegurar cómo reaccionarían?
—¿Ha recibido cartas de apoyo?
—Claro, fundamentalmente de mi familia y de amistades que tengo en otros destinos por los que he pasado. También de gente de Albacete. En general, todos lamentan lo ocurrido, pero comprenden que las personas, cuando no ven otra salida, puedan reaccionar incomprensiblemente. He recibido cartas de guardias civiles anónimos de distintos puntos de España que me dicen que sólo me conocen por la prensa y por la tele, pero que piensan que debía de ser un buen mando.
—¿Cómo recibió el impacto de bala en la cabeza?
—No tengo duda de que a mí me disparó alguien de la propia comandancia. Mi hermano, que es capitán del Cuerpo en la reserva, habló con los médicos de mi herida en la cabeza. Cuando alguien intenta suicidarse con un disparo a bocajarro, con el proyectil sale una bocanada de fuego que produce quemazón en el cuero cabelludo. Además, partículas de pólvora sin quemar se incrustan en la piel. Según los médicos que me atendieron en urgencias, yo nunca tuve esas señales. Por lo tanto el disparo se hizo a distancia y por otra persona.
—¿Recuerda las últimas horas antes de los hechos?
—Ese día me aseé, me vestí y me fui a la cafetería de oficiales a desayunar. A continuación cogí la raqueta de mi habitación y la metí en el maletero de mi coche; iba al club de tenis de Albacete para arreglar el cordaje. Estando parado en un semáforo me ocurrió lo que he explicado antes, y ya no recuerdo más.

—¿Se reconoce usted en lo ocurrido el 17 de junio de 2003?
—Me considero una persona sensata y responsable. Es imposible que pueda reconocerme protagonizando unos hechos tan violentos. Además, ¿qué beneficio podría obtener yo actuando de forma tan agresiva? Al contrario, he arruinado mi vida y destrozado la vida de dos familias. Lo que ocurrió no cabe otra alternativa que achacárselo a alguien que no estaba en su sano juicio en esos momentos.
—¿Es usted consciente del dolor que ha causado?
—Por supuesto; sé lo que habrán tenido que sufrir la viuda del comandante Turrión y la familia de Paco Naharro. Las conocía perfectamente, habíamos comido juntos en varias ocasiones y nos unía una buena amistad. A Elena la conocía desde 1989, cuando su marido era alférez y yo profesor de la Academia. A Naharro lo tenía entre mis mejores amigos desde que llegué a Albacete, y eso lo saben sus hijos. Desde aquí les pido que me perdonen algún día. Si hubiera algo que yo pudiera hacer para compensar tanto dolor causado, que no tengan la menor duda de que lo haría. Me considero cristiano practicante y rezo todos los días por ellos.
—¿Llegó a sentirse muy solo en Albacete cuando su cese?
—Al principio de mi cese cautelar, en noviembre de 2002, hubo personas que me ofrecieron su ayuda. Pero yo confiaba en la Justicia y en mi anterior director general, Santiago López Valdivielso, que confió en mí para asignarme el mando de la Comandancia de Albacete; por eso rechacé de buen modo las ayudas. Cuando llegó el cese definitivo, en febrero de 2003, esas personas desaparecieron y sólo tuve el apoyo de alguna prensa, radio y televisión de Albacete, el de CC OO y de la Asociación Unificada de Guardias Civiles.
—¿Lo apoyó algún político?
—Del PP, ninguno. Ni local, ni autonómico, ni nacional. Podría decirse que recibieron alguna consigna para ponerse de acuerdo. Del PSOE, el anterior delegado de la Junta de Comunidades, Siro Torres, y el alcalde Manuel Pérez Castell, quien, con señorío, se me ofreció para llamar a Valdivielso y preguntarle si existía posibilidad de restituirme en el cargo. De CC OO, Juan Antonio Mata me ayudó bastante poniendo su bufete a mi disposición. Y José Bono paró mi cese el 17 de enero de 2003, cuando estaba a la firma del secretario de Estado de Seguridad.
—¿Hasta dónde está dispuesto a llegar para defender la injusticia de su cese?
—Este asunto ha pasado a un segundo plano. En esta institución a la que pertenezco es imposible luchar contra el sistema establecido. ¿De qué me valdría insistir en lo injusto de mi cese si ya no se puede volver atrás y recuperar un cargo que con tanta ilusión había recibido? Ahora sólo me resta pensar en el horizonte penal que me espera y conseguir que los años que tenga que estar encarcelado sean los menos posibles. Mi estancia en prisión es como estar enterrado en vida.
—¿Lo destituyeron por defender a los guardias más modestos?
—Sería muy simple decir que sí, cuando hubo otros motivos. El principal, que mi general de Toledo nunca vio con agrado que yo estuviera destinado en su zona, y desde mi llegada a Albacete ya me hacía la vida imposible para conseguir mi destitución, con la colaboración de algunos de mis oficiales, descontentos por perder un complemento de productividad en algunos casos injustificado. En segundo lugar, por destapar presuntas irregularidades que se habían cometido en la comandancia para que alguno viviera muy bien teniendo a la tropa desmoralizada y desatendida. Todo lo puse en conocimiento de mi general, y en lugar de apoyarme me contesta: “No lo doy por recibido”. Además, ni a la Dirección General ni al Ministerio del Interior les interesaba que presuntas pequeñas corruptelas que se hacían con el dinero que se recibía para la celebración de nuestra patrona y que yo estaba averiguando salieran a la luz pública. ¡Yo no era conveniente para seguir en el cargo!
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El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital Empty Re: El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital

Jue 14 Ago 2014, 18:47
Estremecedor relato amigo Temis, es lo que yo siempre he dicho , el ejercito es algo especial y diferente, nada tiene que ver con lo que conocemos y con los bonitos uniformes en el dia del desfile de las fuerzas armadas, lo que no sabemos ni sabremos jamas de algunos casos que han sucedido y se han ocultado a la opinión publica.
Gracias por el articulo , me ha gustado leer que todavía quedan hombres de honor en este mundo .

saludos compi.


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El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital Empty Re: El teniente expedientado por una novela sobre corrupción militar cumple 20 días en huelga de hambre en el hospital

Vie 15 Ago 2014, 13:38
Esta persona ha escrito un libro en prisión titulado "Cuando te roban el futuro" y tengo entendido que hay muchísimas trabas para su distribución en Albacete, tal vez no interesa que se sepa el porque de este suceso o la versión de Antonio Peñafiel.
juanfernandez
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Vie 15 Ago 2014, 14:57
Temis escribió:Esta persona ha escrito un libro en prisión titulado "Cuando te roban el futuro" y tengo entendido que hay muchísimas trabas para su distribución en Albacete, tal vez no interesa que se sepa el porque de este suceso o la versión de Antonio Peñafiel.

Buenas tardes Temis, yo también he leído tu articulo sobre este militar Antonio Peñafiel y también me he quedado    ¡¡ alusinao  ¡¡ y ver que este país en según que materias todavía se parece al del sigloxv me parece una barbaridad y que no haya un control real sobre los mandos militares, yo me creo totalmente al militar descrito en tu articulo y por supuesto le apoyo, si supieras si se puede conseguir el libro por internet te lo agradecería pues me lo quiero comprar porque es un tema que me interesa y si quieres saber porque igual hasta te sorprendo pues un conocido mio es capitán en un acuartelamiento en la región de Murcia y no se si será el mismo de este militar , nunca tuve conocimiento del tema y nunca este conocido me comento nada , quizás no pueden hablar, no lo se, quizás tampoco vino al tema, lo ignoro.

saludos
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