'Pesadillas': el mundo de horror del Stephen King para niños

Junto a Harry Potter, esta es la colección de libros que más ha vendido: 350 millones de ejemplares. Casi nada. Fue tal el fenómeno que en los 90 incluso se hizo una serie que adaptaba todas sus historias. R.L.Stine, el Stephen King para niños, marcó a toda una generación que ahora tiene la oportunidad de reencontrarle en la próxima adaptación al cine de sus libros.

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El retorno de 'Pesadillas' será en el cine. Explotar el filón nostálgico de la década de los 90, tal y como lo ha hecho Jurassic World, está de moda. Se apuesta más por apelar al recuerdo y a la aventura que por crear momentos terribles como los de la original. Quizá conscientes de que los mismos chavales que leían estos libros también fliparon en el cine con Jumanji. El propio Stine (el de verdad) comenta cómo las nuevas tecnologías han arruinado muchas fuentes de sustos, como las llamadas misteriosas. Es muy difícil que hoy en día con Instagram funcionara el terror de la cámara de fotos maldita. Tampoco los chicos perdidos en un campamento o en un parque de atracciones abandonado tendrían problemas con su GPS.



Al hablar de 'Pesadillas', sin embargo, no es difícil dejarse embriagar por el recuerdo. Volver a esa primera vez en la que, atraído por los colores de las portadas, te encontrabas con uno de esos libros. La primera tanda de ocho tomos que editaron volaban de las estanterías. Tenían las portadas con destellos fosforescentes, llevaban marcapáginas y regalaban tazos: esos cromos 'proyectil' con los que podías jugar a derribar y quedarte con los de tus amigos; una especie de fichas de casino con dibujos de cualquier cosa de moda, incluso de Chiquito de la Calzada.
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Luego desaparecieron el fluorescente y los regalos, pero seguían teniendo esas portadas. Aunque no tuvieras tiempo para leerte todos los tomos, necesitabas tenerlos en tu cajón junto al resto. Con sus colores vivos, sus berretes de pringue y sus monstruos. Habitualmente, sus escenas macabras —algunas veces graciosas, pero normalmente bastante tétricas— eran lo que realmente marcaba. A nivel personal, la que más me acojonaba no tenía ningún monstruo. Se trataba de una en la que un monitor de campamento miraba fijamente al lector. Su posición era ridícula pero no era gracioso. Sonreía con una boca grotesca y exagerada. Sus ojos desquiciados demostraban el deseo de que te adentraras en la lectura, cosa que, obviamente, nunca pude hacer.

Pesadillas1

Historias grotescas y fascinantes




Durante una buena temporada de nuestra infancia/adolescencia no vivíamos para otra cosa. En la tele había programas con adolescentes felices de Nickelodeon, California Dreams y Sabrina. Pero la fiebre de 'Pesadillas' nos obligaba a guardar la paga de un par de semanas para poder comprar un nuevo tomo. Éramos adictos a esas pequeñas historias de poco más de 100 páginas. Era un fenómeno social: mientras los chavales las consumíamos, el señor Stine seguía produciendo. Podía publicar uno y en dos o tres meses acabar la siguiente.



La calidad de las historias decrecía y la colección iba buscando nuevos trucos como los hologramas en las portadas. El último libro nos pilló más mayores (o menos motivados). Quizá porque ya era la cuarta parte de 'Sangre de Monstruo', minisaga dudosamente favorita de ninguno de nosotros. Después, incluso hubo aluvión de imitaciones de escritores que firmaban siempre con dos iniciales y un apellido: M.T.Coffin, T.B.Stone...




Ahora que todos somos un poco culturetas despreciamos esos librillos de papel malucho y tipografía grande de los que éramos yonquis. Y buenos no eran, pero tenían un ritmo endiabladamente bueno y todavía hoy resultan superentretenidos. Cada uno tiene su propio recuerdo de ellos. Algunos coinciden en su favorito, pero nadie tenía todas las entregas. Unos preferimos al monstruo del sótano mientras otros aún temen al espantapájaros. Los que leyeron 'Los labios de Crystal' no podían olvidar aquella gallina con cabeza de niña de la portada.

LabiosCrystal

Aunque quizá el recuerdo más perturbador puede ser el de 'El monstruo baboso' —con su rewind a lo 'Funny Games' del epílogo— donde al final, el monstruo se acaba comiendo a todos los niños. Adorable.



Atmósfera enfermiza


Las estructuras siempre eran muy parecidas: un niño encontrándose con distintas fuerzas sobrenaturales y monstruos. Había un susto falso del amigo gracioso antes de pasarlas canutas y lo más interesante pasaba en los últimos capítulos. Quizá por su carácter surrealista, entre el sueño y la realidad, nunca sabías si todo acabaría bien. Esa ambigüedad creaba una atmósfera extraña que a veces se tornaba enfermiza creando un terror más incómodo que las pelis con sangre, gritos y sierras mecánicas que, por tu edad, todavía no podías ver. Y a veces no había final feliz. La protagonista de 'Máscara encantada' veía cómo su hermano volvía a empezar el ciclo, el muñeco diabólico convertía en esclava a su dueña, un niño quedaba encerrado en la dimensión detrás de su espejo, una niña quedaba convertida en cuervo para siempre...




R.L.Stine dulcificó el estilo 'fast food' de Stephen King y dio con la fórmula infalible que la década de los 90 esperaba. Historias cortas que no estaban mejor escritas que algunas redacciones de sus potenciales lectores. Posteriormente, realizó extensiones de 'Pesadillas' y produjo y guionizó varias series, aparte de la adaptación oficial de su mítica colección. Aquella que tenía un comienzo de los que te pegaban a la pantalla en esas mañanas de verano en las que, en medio del universo monguer del club Megatrix, comenzaba a sonar aquella melodía macabra. Aquel perro al que se le iluminaban los ojos era lo único que daba risa. No llegaba a dar tanto miedo como los cuentos de 'El club de la medianoche' pero sus metáforas simples y sus duras lecciones morales dejaban huella. Y sí, el niño que utilizaba la dichosa cámara de fotos maldita era Ryan Gosling.



Pero ¿cuál fue el secreto de 'Pesadillas'? Quizá los protagonistas de las historias eran unos marginados como tú. Puede que el estilo ramplón no fuera alta literatura, pero nos llegaba más que otros libros que nos intentaban hacer leer a toda costa. La incomprensión de tu familia llegaba en una edad en la que la incomunicación y la disciplina sin razonar creaba impotencia y frustración. Los cuentos de Stine retrataban perfectamente esa extraña rabia de la pubertad y la transformaba en paranoia y desesperación. Nadie creía a los protagonistas cuando decían que ese muñeco hablaba o que el payaso asesino acechaba por el barrio. Eso era justamente un reflejo de los 'oídos sordos' de nuestros padres y profesores que se negaban a ver que, aunque tuviéramos la misma cara de niños, por dentro habíamos dejado de serlo.

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Ahhhh los noventa , mi década favorita. La música maquina , el cine de acción y .... ¡¡ Pesadillas !!

Gracias a estos libros ( Y a los de "Escoge tu propia aventura" ) me aficione a la lectura y no con las "brasas" que me hacían leer en el instituto.

Yo no me pienso perder la peli.

Saludos

Esos recuerdos jejeje, bacalao, bacalao.


Buen post compañero. Me encantan las obras de Stephen King. Todo muy buenas obras maestras y películas.

Un saludo.