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El guardia convertido en cazador.
Jue 21 Mayo 2020 - 12:26
eladelantado.com
Mariano Martín Isabel.
21/05/2020.
Podría imaginar dos conversaciones distintas entre dos personas: un cliente de un establecimiento comercial y un guardia de seguridad. En una de ellas el guardia le dice: “perdone, señor, sólo está permitido que venga a la compra un miembro por familia; no pueden venir juntos los dos miembros de la pareja”, y el cliente responde: “discúlpeme, no lo sabía; le aseguro que no se volverá a repetir”; y ambos se separan como caballeros. Fin del primer acto.
En la segunda conversación el guardia se acerca al cliente con la tienda prácticamente vacía pero, qué casualidad, justo cuando está detrás el único cliente que hay en ese momento; levanta la voz para que la oigan bien en el pueblo de al lado y se reviste de agresividad (que él confunde, seguramente, con autoridad), y con un tono de prepotencia le dice: “¡no está permitido que vengan a la compra dos personas de la misma familia!”; el cliente le responde: “perdone, se lo voy a explicar ahora mismo”, y el guardia levanta más la voz para que se entere todo el mundo: “¡no tengo nada que escuchar, es eso o la policía!”. El cliente que hay detrás se siente incómodo, se remueve, y el que ha sido increpado empieza a sentir vergüenza. “Se lo voy a explicar todo”, insiste, y el guarda insiste, a su vez, redoblando la insolencia: “¡que le he dicho que no tengo nada que escuchar! ¡Le estoy ahorrando seiscientos euros de multa, o me hace caso o llamo a la policía!”. Fin del segundo acto.
El cliente empieza a enfadarse, es mucha soberbia. “Podrían hablarle a uno de otra manera”, se dice, y cuando ha pasado por caja se dirige nuevamente al vigilante: que está a la entrada junto a otra de las cajas con un cajero cobrando. “Querría explicarle…” “¡Que usted a mí no me tiene que explicar nada: se lo explica a la policía!” Por tercera vez se lo ha repetido. El cliente, perplejo, no entiende lo que pasa. Y mientras tanto puede escuchar a sus espaldas al cajero que le dice al guardia: “es que esta gente es así, no hay quien pueda con ellos, no hay manera, joder”. El guardia dice de nuevo: “Así están con sus putas máscaras y no lo entenderán hasta que haya un uto muerto en su uta familia”. El cliente, desbordado por tanta desvergüenza, decide hablar con el encargado.
Porque ha ido a la tienda a la hora de comer. Ha ido a esa hora porque sabía que la tienda estaría vacía y así podría evitar las aglomeraciones, y con ellas la posibilidad de contagio. Ha ido con la mascarilla puesta. Y se ha encontrado con aquella falta de discreción porque el único cliente que había en la tienda se ha enterado de que amenazaban con la policía, como si fuera un delincuente. A la salida, hablando de él en tercera persona del plural, para el cajero y el guardia no ha sido una persona sino un individuo, un fuera de la ley: “Así son, ya ves, no hay quien pueda con ellos”. Ya he hablado de los malos modos con los que el guardia se ha dirigido al cliente, levantándole la voz como el padre que regaña a su hijo. Y de su negativa a dialogar, a escucharle siquiera, cuando el cliente se quería explicar.
No está el encargado, hay una chica que momentáneamente ocupa su lugar. El cliente le dice que su mujer ha venido a hacer la compra de la semana, y él la compra del mes. La compra del mes es un carro pesado lleno hasta los topes de botellas de agua, cajas de leche, zumos, aceite, cerveza, maíz, mermelada, tomate… productos no perecederos que, mensualmente (porque pesan mucho) les llevaba a su casa el servicio a domicilio; ahora, con la crisis del coronavirus, ese servicio ha dejado de existir. “Son las normas”, dice la chica, “usted viene y se lleva la compra del día, y luego vuelve otra vez y se lleva la compra del mes”; con lo que tiene que estar cargado como un burro, pasando más tiempo en la tienda como si fuera una condena. A buscar virus, hale, que en la calle no hay bastantes. El cliente lo entiende pero no le parece lógico; lo ve injusto y absurdo. ¿Va a tener que emplear dos horas en hacer una compra que sólo tarda una hora? Para eso hemos venido a mediodía, cuando sabíamos que estaba la tienda vacía: pensábamos que al evitar las multitudes evitaríamos también el riesgo de contagio”. La letra de la ley prohíbe que vayan dos personas de la misma familia pero por encima de la letra está el espíritu. ¿No han respetado el espíritu de la norma? ¿O es más importante que se hagan las cosas al pie de la letra? ¿Para violentarla luego, como hacen muchos, con la picaresca? La ley se ha hecho para liberar a las personas, no para encadenarlas; encadenarlas a la ley, no a su seguridad (eso es lo que más nos duele). “El sábado se ha hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”; lo dijo un tal Jesús de Nazaret.
Pero en una tienda vacía ¿quién ha denunciado a los esposos? Una empleada que hacía la limpieza. Una cámara que había en el garaje. Un guardia. Un cajero. Tanto aparato bélico para cazar a un hombre indefenso. Era una tienda vacía en la que no había casi nadie. Bueno, sí, estaba yo. Una atmósfera de delación convirtiendo a todos en policías de todos. Todos acusaban sin preguntar. Quizá no eran dos esposos, sino dos vecinos que venían en el mismo coche: pero eso no les importaba; “¡que llamo a la policía!” (¡Tenían que ser marido y mujer!). Ése era, para ellos, el diálogo. Alzando la voz. Malas formas, desprecio, indiscreción, violación de la dignidad; sensación de ser culpable mientras no se demuestra lo contrario. Una batería de cañones apuntando en fuego cerrado sobre una mosca. El mundo convertido en coto de caza y el ciudadano pacífico en presa que había que cazar. La caza al inocente. La caza al cliente.
A lo mejor el cliente no conocía la norma. A lo mejor lo primero que tenían que haber hecho era informarle, porque la persona que no está informada habla con la inocencia de los niños y quien peca de no conocer las cosas nunca puede pecar de malo; hace mucho que lo decía Sócrates; aunque esa tienda era claramente antisocrática: porque sus agentes, que eran vigilantes de seguridad, se habían olvidado de la seguridad y se creían sólo vigilantes; debían pensar que todos nacemos malos y nos tenían que tratar, de entrada, como delincuentes; disparando antes de preguntar; confundieron la ayuda con la persecución y transformaron aquella tienda en territorio de caza, iban a pillar: el cliente era una presa a la que había que cazar. Mal apaño tenemos si de tener razón el cliente de repente hemos pasado a convertir la inocencia en culpabilidad.
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21/05/2020.
Podría imaginar dos conversaciones distintas entre dos personas: un cliente de un establecimiento comercial y un guardia de seguridad. En una de ellas el guardia le dice: “perdone, señor, sólo está permitido que venga a la compra un miembro por familia; no pueden venir juntos los dos miembros de la pareja”, y el cliente responde: “discúlpeme, no lo sabía; le aseguro que no se volverá a repetir”; y ambos se separan como caballeros. Fin del primer acto.
En la segunda conversación el guardia se acerca al cliente con la tienda prácticamente vacía pero, qué casualidad, justo cuando está detrás el único cliente que hay en ese momento; levanta la voz para que la oigan bien en el pueblo de al lado y se reviste de agresividad (que él confunde, seguramente, con autoridad), y con un tono de prepotencia le dice: “¡no está permitido que vengan a la compra dos personas de la misma familia!”; el cliente le responde: “perdone, se lo voy a explicar ahora mismo”, y el guardia levanta más la voz para que se entere todo el mundo: “¡no tengo nada que escuchar, es eso o la policía!”. El cliente que hay detrás se siente incómodo, se remueve, y el que ha sido increpado empieza a sentir vergüenza. “Se lo voy a explicar todo”, insiste, y el guarda insiste, a su vez, redoblando la insolencia: “¡que le he dicho que no tengo nada que escuchar! ¡Le estoy ahorrando seiscientos euros de multa, o me hace caso o llamo a la policía!”. Fin del segundo acto.
El cliente empieza a enfadarse, es mucha soberbia. “Podrían hablarle a uno de otra manera”, se dice, y cuando ha pasado por caja se dirige nuevamente al vigilante: que está a la entrada junto a otra de las cajas con un cajero cobrando. “Querría explicarle…” “¡Que usted a mí no me tiene que explicar nada: se lo explica a la policía!” Por tercera vez se lo ha repetido. El cliente, perplejo, no entiende lo que pasa. Y mientras tanto puede escuchar a sus espaldas al cajero que le dice al guardia: “es que esta gente es así, no hay quien pueda con ellos, no hay manera, joder”. El guardia dice de nuevo: “Así están con sus putas máscaras y no lo entenderán hasta que haya un uto muerto en su uta familia”. El cliente, desbordado por tanta desvergüenza, decide hablar con el encargado.
Porque ha ido a la tienda a la hora de comer. Ha ido a esa hora porque sabía que la tienda estaría vacía y así podría evitar las aglomeraciones, y con ellas la posibilidad de contagio. Ha ido con la mascarilla puesta. Y se ha encontrado con aquella falta de discreción porque el único cliente que había en la tienda se ha enterado de que amenazaban con la policía, como si fuera un delincuente. A la salida, hablando de él en tercera persona del plural, para el cajero y el guardia no ha sido una persona sino un individuo, un fuera de la ley: “Así son, ya ves, no hay quien pueda con ellos”. Ya he hablado de los malos modos con los que el guardia se ha dirigido al cliente, levantándole la voz como el padre que regaña a su hijo. Y de su negativa a dialogar, a escucharle siquiera, cuando el cliente se quería explicar.
No está el encargado, hay una chica que momentáneamente ocupa su lugar. El cliente le dice que su mujer ha venido a hacer la compra de la semana, y él la compra del mes. La compra del mes es un carro pesado lleno hasta los topes de botellas de agua, cajas de leche, zumos, aceite, cerveza, maíz, mermelada, tomate… productos no perecederos que, mensualmente (porque pesan mucho) les llevaba a su casa el servicio a domicilio; ahora, con la crisis del coronavirus, ese servicio ha dejado de existir. “Son las normas”, dice la chica, “usted viene y se lleva la compra del día, y luego vuelve otra vez y se lleva la compra del mes”; con lo que tiene que estar cargado como un burro, pasando más tiempo en la tienda como si fuera una condena. A buscar virus, hale, que en la calle no hay bastantes. El cliente lo entiende pero no le parece lógico; lo ve injusto y absurdo. ¿Va a tener que emplear dos horas en hacer una compra que sólo tarda una hora? Para eso hemos venido a mediodía, cuando sabíamos que estaba la tienda vacía: pensábamos que al evitar las multitudes evitaríamos también el riesgo de contagio”. La letra de la ley prohíbe que vayan dos personas de la misma familia pero por encima de la letra está el espíritu. ¿No han respetado el espíritu de la norma? ¿O es más importante que se hagan las cosas al pie de la letra? ¿Para violentarla luego, como hacen muchos, con la picaresca? La ley se ha hecho para liberar a las personas, no para encadenarlas; encadenarlas a la ley, no a su seguridad (eso es lo que más nos duele). “El sábado se ha hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”; lo dijo un tal Jesús de Nazaret.
Pero en una tienda vacía ¿quién ha denunciado a los esposos? Una empleada que hacía la limpieza. Una cámara que había en el garaje. Un guardia. Un cajero. Tanto aparato bélico para cazar a un hombre indefenso. Era una tienda vacía en la que no había casi nadie. Bueno, sí, estaba yo. Una atmósfera de delación convirtiendo a todos en policías de todos. Todos acusaban sin preguntar. Quizá no eran dos esposos, sino dos vecinos que venían en el mismo coche: pero eso no les importaba; “¡que llamo a la policía!” (¡Tenían que ser marido y mujer!). Ése era, para ellos, el diálogo. Alzando la voz. Malas formas, desprecio, indiscreción, violación de la dignidad; sensación de ser culpable mientras no se demuestra lo contrario. Una batería de cañones apuntando en fuego cerrado sobre una mosca. El mundo convertido en coto de caza y el ciudadano pacífico en presa que había que cazar. La caza al inocente. La caza al cliente.
A lo mejor el cliente no conocía la norma. A lo mejor lo primero que tenían que haber hecho era informarle, porque la persona que no está informada habla con la inocencia de los niños y quien peca de no conocer las cosas nunca puede pecar de malo; hace mucho que lo decía Sócrates; aunque esa tienda era claramente antisocrática: porque sus agentes, que eran vigilantes de seguridad, se habían olvidado de la seguridad y se creían sólo vigilantes; debían pensar que todos nacemos malos y nos tenían que tratar, de entrada, como delincuentes; disparando antes de preguntar; confundieron la ayuda con la persecución y transformaron aquella tienda en territorio de caza, iban a pillar: el cliente era una presa a la que había que cazar. Mal apaño tenemos si de tener razón el cliente de repente hemos pasado a convertir la inocencia en culpabilidad.
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Re: El guardia convertido en cazador.
Jue 21 Mayo 2020 - 12:28
D. Sentido común, suele ser la mejor operativa a seguir en caso de duda,
a partir de ahí que cada cual estraiga las conclusiones y consideraciones oportunas
sobre el relato superior.
a partir de ahí que cada cual estraiga las conclusiones y consideraciones oportunas
sobre el relato superior.
- InvitadoInvitadoPremio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
a la salida
Sáb 23 Mayo 2020 - 1:40
RafaVs escribió:eladelantado.com
Mariano Martín Isabel.
21/05/2020.
Podría imaginar dos conversaciones distintas entre dos personas: un cliente de un establecimiento comercial y un guardia de seguridad. En una de ellas el guardia le dice: “perdone, señor, sólo está permitido que venga a la compra un miembro por familia; no pueden venir juntos los dos miembros de la pareja”, y el cliente responde: “discúlpeme, no lo sabía; le aseguro que no se volverá a repetir”; y ambos se separan como caballeros. Fin del primer acto.
En la segunda conversación el guardia se acerca al cliente con la tienda prácticamente vacía pero, qué casualidad, justo cuando está detrás el único cliente que hay en ese momento; levanta la voz para que la oigan bien en el pueblo de al lado y se reviste de agresividad (que él confunde, seguramente, con autoridad), y con un tono de prepotencia le dice: “¡no está permitido que vengan a la compra dos personas de la misma familia!”; el cliente le responde: “perdone, se lo voy a explicar ahora mismo”, y el guardia levanta más la voz para que se entere todo el mundo: “¡no tengo nada que escuchar, es eso o la policía!”. El cliente que hay detrás se siente incómodo, se remueve, y el que ha sido increpado empieza a sentir vergüenza. “Se lo voy a explicar todo”, insiste, y el guarda insiste, a su vez, redoblando la insolencia: “¡que le he dicho que no tengo nada que escuchar! ¡Le estoy ahorrando seiscientos euros de multa, o me hace caso o llamo a la policía!”. Fin del segundo acto.
El cliente empieza a enfadarse, es mucha soberbia. “Podrían hablarle a uno de otra manera”, se dice, y cuando ha pasado por caja se dirige nuevamente al vigilante: que está a la entrada junto a otra de las cajas con un cajero cobrando. “Querría explicarle…” “¡Que usted a mí no me tiene que explicar nada: se lo explica a la policía!” Por tercera vez se lo ha repetido. El cliente, perplejo, no entiende lo que pasa. Y mientras tanto puede escuchar a sus espaldas al cajero que le dice al guardia: “es que esta gente es así, no hay quien pueda con ellos, no hay manera, joder”. El guardia dice de nuevo: “Así están con sus putas máscaras y no lo entenderán hasta que haya un uto muerto en su uta familia”. El cliente, desbordado por tanta desvergüenza, decide hablar con el encargado.
Porque ha ido a la tienda a la hora de comer. Ha ido a esa hora porque sabía que la tienda estaría vacía y así podría evitar las aglomeraciones, y con ellas la posibilidad de contagio. Ha ido con la mascarilla puesta. Y se ha encontrado con aquella falta de discreción porque el único cliente que había en la tienda se ha enterado de que amenazaban con la policía, como si fuera un delincuente. A la salida, hablando de él en tercera persona del plural, para el cajero y el guardia no ha sido una persona sino un individuo, un fuera de la ley: “Así son, ya ves, no hay quien pueda con ellos”. Ya he hablado de los malos modos con los que el guardia se ha dirigido al cliente, levantándole la voz como el padre que regaña a su hijo. Y de su negativa a dialogar, a escucharle siquiera, cuando el cliente se quería explicar.
No está el encargado, hay una chica que momentáneamente ocupa su lugar. El cliente le dice que su mujer ha venido a hacer la compra de la semana, y él la compra del mes. La compra del mes es un carro pesado lleno hasta los topes de botellas de agua, cajas de leche, zumos, aceite, cerveza, maíz, mermelada, tomate… productos no perecederos que, mensualmente (porque pesan mucho) les llevaba a su casa el servicio a domicilio; ahora, con la crisis del coronavirus, ese servicio ha dejado de existir. “Son las normas”, dice la chica, “usted viene y se lleva la compra del día, y luego vuelve otra vez y se lleva la compra del mes”; con lo que tiene que estar cargado como un burro, pasando más tiempo en la tienda como si fuera una condena. A buscar virus, hale, que en la calle no hay bastantes. El cliente lo entiende pero no le parece lógico; lo ve injusto y absurdo. ¿Va a tener que emplear dos horas en hacer una compra que sólo tarda una hora? Para eso hemos venido a mediodía, cuando sabíamos que estaba la tienda vacía: pensábamos que al evitar las multitudes evitaríamos también el riesgo de contagio”. La letra de la ley prohíbe que vayan dos personas de la misma familia pero por encima de la letra está el espíritu. ¿No han respetado el espíritu de la norma? ¿O es más importante que se hagan las cosas al pie de la letra? ¿Para violentarla luego, como hacen muchos, con la picaresca? La ley se ha hecho para liberar a las personas, no para encadenarlas; encadenarlas a la ley, no a su seguridad (eso es lo que más nos duele). “El sábado se ha hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”; lo dijo un tal Jesús de Nazaret.
Pero en una tienda vacía ¿quién ha denunciado a los esposos? Una empleada que hacía la limpieza. Una cámara que había en el garaje. Un guardia. Un cajero. Tanto aparato bélico para cazar a un hombre indefenso. Era una tienda vacía en la que no había casi nadie. Bueno, sí, estaba yo. Una atmósfera de delación convirtiendo a todos en policías de todos. Todos acusaban sin preguntar. Quizá no eran dos esposos, sino dos vecinos que venían en el mismo coche: pero eso no les importaba; “¡que llamo a la policía!” (¡Tenían que ser marido y mujer!). Ése era, para ellos, el diálogo. Alzando la voz. Malas formas, desprecio, indiscreción, violación de la dignidad; sensación de ser culpable mientras no se demuestra lo contrario. Una batería de cañones apuntando en fuego cerrado sobre una mosca. El mundo convertido en coto de caza y el ciudadano pacífico en presa que había que cazar. La caza al inocente. La caza al cliente.
A lo mejor el cliente no conocía la norma. A lo mejor lo primero que tenían que haber hecho era informarle, porque la persona que no está informada habla con la inocencia de los niños y quien peca de no conocer las cosas nunca puede pecar de malo; hace mucho que lo decía Sócrates; aunque esa tienda era claramente antisocrática: porque sus agentes, que eran vigilantes de seguridad, se habían olvidado de la seguridad y se creían sólo vigilantes; debían pensar que todos nacemos malos y nos tenían que tratar, de entrada, como delincuentes; disparando antes de preguntar; confundieron la ayuda con la persecución y transformaron aquella tienda en territorio de caza, iban a pillar: el cliente era una presa a la que había que cazar. Mal apaño tenemos si de tener razón el cliente de repente hemos pasado a convertir la inocencia en culpabilidad.
En el barrio donde vivo, el "VS" no hubiera tenido un final de jornada muy feliz.
- InvitadoInvitadoPremio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
Re: El guardia convertido en cazador.
Lun 25 Mayo 2020 - 23:24
La otra versión del guardia convertido en cazador
Redacción - 25/05/20
Señora directora:
Se ha publicado en su medio la siguiente noticia: “El guardia convertido en cazador”.
Sería de agradecer si de verdad son un medio serio e imparcial, publicaran las dos versiones de lo sucedido.
Estamos en Estado de Alarma Sanitaria y hay unas normas muy claras de obligado cumplimiento (sin excusas), sobre todo en supermercados y a la hora de hacer la compra.
Algunos, aprovechan este momento como esparcimiento para salir de su rutina casera y lo entendemos, pero desde la Plataforma Seguridad Privada España, queremos dejar claro que la Seguridad Privada está para hacer respetar las normas básicas de convivencia, y más en estos momentos.
Si la ley dice que sólo puede hacer la compra una persona por familia y domicilio, creemos que sobra cualquier réplica a una intervención bien hecha.
Si una persona ha de ir dos veces a comprar, tres o las que sean necesarias hasta satisfacer las necesidades familiares, se ha de cumplir, y esa es nuestra función, muy a nuestro pesar…ser el poli malo.
Sentimos la imagen que hacer cumplir estas normas acarrea al sector, pero no tenemos más remedio, y menos cuando tenemos a la Policía Nacional detrás verificando que hacemos bien esta labor y sancionandonos en caso contrario.
Que el vigilante de seguridad está mal visto por la sociedad es obvio, pero la sociedad poco pone de su parte para entender a uno de los sectores más precarios del país.
Gustará más o menos señores, pero la labor ingrata del vigilante de seguridad es hacer cumplir las leyes.
Gracias y saludos cordiales.
Miguel A. López, Portavoz de la Plataforma Seguridad Privada España
Fuente, eladelantado.com
Redacción - 25/05/20
Señora directora:
Se ha publicado en su medio la siguiente noticia: “El guardia convertido en cazador”.
Sería de agradecer si de verdad son un medio serio e imparcial, publicaran las dos versiones de lo sucedido.
Estamos en Estado de Alarma Sanitaria y hay unas normas muy claras de obligado cumplimiento (sin excusas), sobre todo en supermercados y a la hora de hacer la compra.
Algunos, aprovechan este momento como esparcimiento para salir de su rutina casera y lo entendemos, pero desde la Plataforma Seguridad Privada España, queremos dejar claro que la Seguridad Privada está para hacer respetar las normas básicas de convivencia, y más en estos momentos.
Si la ley dice que sólo puede hacer la compra una persona por familia y domicilio, creemos que sobra cualquier réplica a una intervención bien hecha.
Si una persona ha de ir dos veces a comprar, tres o las que sean necesarias hasta satisfacer las necesidades familiares, se ha de cumplir, y esa es nuestra función, muy a nuestro pesar…ser el poli malo.
Sentimos la imagen que hacer cumplir estas normas acarrea al sector, pero no tenemos más remedio, y menos cuando tenemos a la Policía Nacional detrás verificando que hacemos bien esta labor y sancionandonos en caso contrario.
Que el vigilante de seguridad está mal visto por la sociedad es obvio, pero la sociedad poco pone de su parte para entender a uno de los sectores más precarios del país.
Gustará más o menos señores, pero la labor ingrata del vigilante de seguridad es hacer cumplir las leyes.
Gracias y saludos cordiales.
Miguel A. López, Portavoz de la Plataforma Seguridad Privada España
Fuente, eladelantado.com
- J. J.Moderador globalPremio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foroMaxima graduacionAl mejor A la mejor aportación al foro
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Re: El guardia convertido en cazador.
Mar 26 Mayo 2020 - 2:55
RafaVs escribió:D. Sentido común, suele ser la mejor operativa a seguir en caso de duda,
a partir de ahí que cada cual estraiga las conclusiones y consideraciones oportunas
sobre el relato superior.
Como bien ha comentado el compañero Rafa siempre lo mejor suele ser utilizar el menos común de los sentidos : EL SENTIDO COMÚN .
Aunque como de costumbre y estamos hartos de verlo esta el listo y la lista que hace que tú labor sea más que complicada : CASO REAL , una pareja llegan al parking del super ella se baja por el lado del copiloto abre el maletero y saca un par de bolsas ( esas grandes que te cobran por qué ahora las bolsas ya no son gratis ) como si el pagar la bolsa a la hora de deshacerte de ella no contaminará por qué la has pagado .
Bueno pues seguimos con el relato , dicha señora ( unos 55) cierra el maletero de un Mercedes a estrenar y se junta con el conductor , ( más menos misma edad ) y se dirigen hacia el ascensor que sube del parking a la planta principal donde se encuentra el super , desde el super se ve perfectamente el ascensor que para más inri es de cristal por lo que si te fijas un poco ves quien viene del parking casi doscientos metros antes de que llegues a la entrada del super .
Bueno pues que dichas personas iban hablando en el ascensor y juntos , pero , como ya he comentado las paredes y puertas son de cristal por lo que el algo más alto que ella se fija en que está mirando el vigilante puesto delante de la línea de cajas y a la entrada de los arcos de seguridad y le dice disimula que está el toca hue... del segurata ahí ella ni corta ni perezosa se pega a mi pero claro tampoco hay mucho espacio por lo que se queda más o menos a medio metro de él y más cerca de mi .
Cuando salimos nos dirigimos hacia la entrada y de camino ella le da una bolsa a su acompañante de las dos que había cogido y claro el vigilante lo ve así que los para y le pregunta a el que si son de la misma unidad familiar , contestando airadamente , yo a esta señora no la conozco de nada ni quiero y que sea la última vez que me para a mi para preguntarme una sandez como esa .
Lo siento ya no pude más y se lo grite al compañero : si han venido juntos en un Mercedes que está aparcado en tal plaza ( al lado de la mía ) y si han subido en el ascensor haciendo la lista de la compra y al verte a ti ha sido cuando se han intentado separar , pero que como verás no han sido capaces ni de hacer la mentira como Dios manda .
Así que les dijo el compañero que eligieran cual de los dos se quedaba fuera y cuál de los dos entraba pero que los dos bajo ningún concepto , muy prepotentemente el la cogió por el brazo y se marcharon del super no sin antes decirle al vigilante que ya tendria noticias de el y a mi echarme una mirada que si hubiera podido me habría petrificado .
El compañero me comentó que ya lo habían hecho en más ocasiones y que muchas gracias por echarle un cable .
Cada caso es un mundo y cada mundo un caso , sentido común y más sentido común y aguantar siempre que se pueda al tonto de turno que es nuestro pan de cada día , también sería bueno de recordar que muchas veces gracias a estos listos o aprendices de listos tenemos curro , si todo el mundo hiciera lo que debe pues muchos de nosotros no tendríamos trabajo .
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"" Lo único que te vas a llevar de este mundo es lo que vives , así que vive todo lo que te quieres llevar "".
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Re: El guardia convertido en cazador.
Mar 26 Mayo 2020 - 3:36
J. J escribió:También sería bueno de recordar que muchas veces gracias a estos listos o aprendices de listos tenemos curro, si todo el mundo hiciera lo que debe pues muchos de nosotros no tendríamos trabajo.
Pues a mi no me importaría cesar cómo VS si el motivo fuera que se extinguiera la raza que si volase taparia el Sol.
Viviríamos en un mundo mucho mejor, y ya nos buscaríamos la vida en otro lado, que algunas veces parece que de tanto haberlo oído, hay quién ya se cree que no valdría para otra cosa. Pero nosotros lo valemos...
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